11 de julio de 2010

EL VALOR

Robert keinch preparaba su maleta, se disponía a regresar a su país, con la felicidad y la tranquilidad de haber logrado su objetivo, aquel, que le había llevado gran parte de su vida. Robert, era científico en la rama de la medicina, estaba considerado por sus compañeros de profesión, como un erudito en la materia, unos de los mejores en este tipo de investigaciones. Salió de la habitación, se dirigió al hall de entrada de aquel pequeño motel donde se encontraba hospedado, detrás de un cutre mostrador lo atendió un pequeño hombre robusto y con barba de tres días que con una inusitada amabilidad, le ofreció los servicios de un taxi que se encontraba esperando justo delante de la puerta, en él, se dirigió al aeropuerto.
Le despertó la voz amable y dulce de la azafata, se había quedado transpuesto cuando el avión llevaba apenas media hora de vuelo, ésta, le ofreció algo de beber, a lo que él asintió, mientras, se despejaba mirando a través de la ventanilla, observando como se alejaba de aquel hermoso y castigado continente, cuna de la humanidad, pensaba en el valor de su descubrimiento, en lo hermoso de su trabajo, con el que había conseguido que se salvarán de morir de una terrible enfermedad miles de niños, un mal, que mataba lentamente ante la mirada desconsolada de sus madres, que los sujetaban en sus brazos hasta el último aliento, Robert, elaboró una vacuna con una planta medicinal que se encontraba en los sitios mas recónditos de las altas montañas de Angola. Eso no tenía precio, y no lo detuvo la fiebre, el escorbuto, ni la malaria que tuvo que padecer en aquel tortuoso viaje hacia el encuentro del milagro de la vida, para unas gentes deseosas de una mano amiga, o de un gesto de cariño, se sentía el hombre más afortunado del mundo, su sacrificio, no había sido en vano.
Caballero, su bebida, escuchó a su derecha, al girarse se encontró de nuevo con la señorita que traía su refrigerio, recogió el vaso y bebió tranquilamente, mientras saciaba su sed, le llamó la atención que todos los pasajeros sin excepción, clavaban sus ojos como poseídos en las pequeñas pantallas de televisión suspendidas sobre sus asientos, por lo visto estaban viendo un partido de futbol, llevaba tanto tiempo alejado de la civilización que había olvidado la pasión y hasta el fanatismo que despertaba en las masas aquel deporte al que algunos denominaban como el deporte rey, de repente la gente pareció enloquecer, uno de los equipos había conseguido marcar un gol. Con algo de vergüenza y disimulo preguntó de que se trataba aquello, la azafata perpleja pues no podía comprender que alguien andara tan despistado le apuntó que se estaba disputando el mundial, la copa del mundo de futbol.
Señores pasajeros, dentro de breves momentos tomaremos tierra, informó el comandante de abordo, en el momento de aproximación a la pista pudo ver como en la Terminal de llegada se encontraba una multitud de personas, a lo que en principio no le dio la mayor importancia, una vez se detuvo el aparato, enfiló la escalinata de salida, desde ella, pudo reconocer entre la multitud a su mujer y a su hija, fue entonces cuando por fin se dió cuenta del significado de que miles de personas estuvieran allí, lo esperaban a él, no podía creerlo, nunca hubiera esperado nada a cambio, recibido como un héroe, reconocido en su tierra por su labor, su importantísima labor hacia el projimo, la gente había venido a verle, no lo esperaba, pero en el fondo le gustaba, en una de las pancartas que portaban dos señoras mayores pudo leer ¡gracias por hacernos sentir!, en otra, se leía, ¡has conseguido emocionarnos! y más atrás, en una que sujetaban dos niños rezaba, ¡nos has hecho muy felices! se le llenaron los ojos de agua, era maravilloso, como agradecer a todas aquellas personas aquel inesperado recibimiento.
Se dirigió hacia la puerta automática que se abrió a su paso y entró en la Terminal, ya estaba cerca de la gran cantidad de gente que se apretujaban circundados por un cordón policial, el griterío era ensordecedor, caminó titubeante, con un nudo en la garganta, pero con una gratitud desmedida, intentado organizar lo que tenía que decir en su primer discurso improvisado sobre su vacuna y la lacra de enfermedad que había logrado derrotar, le esperaban y no podía defraudar.
De manera inesperada una voz sobresalió sobre bullicio general ¡ahí están por la otra puerta!, la gente que hasta ese momento lo miraba, giro la vista, y como si la salida de un carrera se tratara corrieron despavoridos, algunos incluso entre sollozos y llantos, Robert extrañado ante lo que estaba sucediendo comprobó como en un abrir y cerrar de ojos la entrada numero seis se había convertido en un desierto, totalmente vacía, solamente su familia y él, sin articular ni una sola palabra se fundieron en un largo abrazo, proporcional al tiempo que llevaban sin verse, luego se alejaron despacio, Robert miró de reojo como tras de si la maraña de personas, saludaban, abrazaban, agasajaban y hasta glorificaban a unos veinticinco individuos vestidos con prendas deportivas y con pinta de no haber dado un palo al agua en su vida, probablemente jugadores de fútbol que regresaban de aquel mundial millonarios y tratados como dioses por ¡jugar! y representar al país en aquella competición.
En su mente un único pensamiento, que poco se valora lo que realmente es valorable y cuanto valor se le da a lo que carece de el.
BES86 .

1 comentario:

  1. Es muy interesante tu reflexión, es una de esas cosas que no comparto del todo pero que entiendo perfectamente, algo así como las religiones... Yo considero que el estudio de una cura para una enfermedad o la preservación de nuestro planeta y de todos los pequeños animalitos que mueren día a día por las burradas de unos pocos es una prioridad, y seria feliz si pudiera hacer más, pero lamentablemente a muchos no les interesa darle publicidad a estas cosas, tal vez si la gente de poder invirtiera en ello lo mismo que en los deportes todo seria distinto, incluso podría darte muchas razones de por que no le dan a eso la misma publicidad o inversión que le dan a otras cosas de menor valor. Pero por otro lado me encanta el futbol, no soy fanática, pero me gusta por que me trae bonitos recuerdos y me ayuda a alejarme de los problemas por un par de horas, pensar en lo bueno, y ser un poquito feliz, por aquello de las energías positivas, sino fuera por esos pequeños escapes de la realidad yo en lo personal seria una mujer pesimista y amargada; los deportes también alimentan la competencia y el sentido patriota de los países y esas cosas gustan y unen a las personas. Amigo hay muchas cosas injustas y tristes en este mundo y ojala pudiéramos atajarlas todas pero publicando blogs como este, es como podemos ayudar a difundir el mensaje para que otros reflexionen y le den el valor que deben a las cosas!!! Saludos.

    ResponderEliminar